Chova piquigualda
Pyrrhocorax graculus
E F M A M J J A S O N D
NE REP SED
E
n las canales estrechas de las montañas can-
tábricas es todo un espectáculo contemplar
las evoluciones y acrobacias de la chova pi-
quigualda. Es un volador insuperable, que efectúa
vertiginosas pasadas, rizos en el aire y picados
verticales con una agilidad asombrosa.
La chova piquigualda se identifica bien por su ta-
maño mediano, su plumaje negro, sus patas rojas
y su pico amarillo, más corto y compacto que el
de la chova piquirroja. Los machos son ligeramen-
te más grandes, pero no existen diferencias de
plumaje apreciables entre ambos sexos.
Se detectan con facilidad por su sonido, un silbido
estridente, que se amplifica en el grupo.
Es fácil observar a las
grallas
o
gratsas,
como
son conocidas, en las zonas más altas de todo el
arco montañoso septentrional de Cuatro Valles.
Muestran siempre una clara preferencia por los
terrenos de naturaleza caliza donde son frecuen-
tes las simas y cuevas resguardadas que utilizan
para anidar.
Gustan de zonas agrestes por encima de los
1.700 m, con praderas y matorrales fructíferos
-arándanos, enebros, etc.- donde rebuscar los
insectos, gusanos, frutos e incluso semillas de los
que se alimentan.
En zonas de frecuentación humana como maja-
das y refugios, no es raro verlas rebuscando entre
la basura, en la que han encontrado una fuente
complementaria de alimento nada despreciable.
Se trata de una especie sedentaria, por lo que,
durante los meses más crudos del invierno, suele
desplazarse a zonas más bajas y resguarda-
das en valles de montaña; es entonces cuando
grandes bandadas de ellas revolotean entre los
prados de siega, incluso en el entorno inmediato
de los pueblos. Son muy gregarias, por lo que es
común encontrar bandos, a veces muy numero-
sos, tanto en vuelo como posados.
No es una especie que, en la ac-
tualidad, presente problemas de
conservación, aunque podría
verse afectada, en espe-
cial durante el periodo
de cría, por actividades
deportivas como la
escalada o la espe-
leología mal planifi-
cadas. Se desconoce
el efecto que sobre
su alimentación o su
comportamiento pue-
de llegar a tener la
dependencia de zonas
con presencia humana.
Foto Tomero y Romillo
Foto TRINO
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