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as vegas de los ríos han sido zonas tradicional-
mente muy utilizadas por el hombre para sus actividades agrí-
colas y ganaderas. Este hecho no es casual, ya que albergan
terrenos especialmente ricos debido al progresivo depósito de
materiales por parte del río, en sus regulares crecidas. Sin
embargo, la cercanía al cauce no está totalmente libre de pro-
blemas puesto que cada cierto tiempo, el río le cobra su tribu-
to, ocupando de nuevo lugares que el hombre, poco a poco le
ha ido arrebatando. La cultura popular, conocedora de estas
cuestiones, ha tratado de contrarrestarlo, construyendo un
entramado de sebes, cierros y setos que, además de su utilidad
para delimitar el terreno, frenan el ímpetu del río durante las
crecidas. La organización y la división de estos terrenos es una
de las claves del estado actual de la ribera. Tradicionalmente, se
mantenía entre cada finca una estructura viva denominada sebe
o cierro, formada a base de árboles y arbustos espinosos que
servía, en principio, para delimitar la propiedad y poder recoger
el ganado en algunos momentos. La variedad de especies que
constituyen los cierros es enorme, pudiendo encontrar árboles
como chopos del país, fresnos, paleras o sauces y arbustos
como mundillos, cavicuerna o aligustre y endrinos. De ellos se
obtienen frutos para hacer confituras o licores, varas para la
construcción del propio cierro y para utensilios, madera para
calentarse… Las ordenanzas sobre la propiedad y el manteni-
miento de los cierros eran muy estrictas, multándose a aquellos
que los tuvieran descuidados.
L
Sebe de paleras (sauces)