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La ribera de
Rioseco se encuentra
en el último tramo del
río Luna, unos kilóme-
tros antes de su con-
fluencia con el río
Omaña a partir de
donde ambos pasan a
formar el río Órbigo.
Aún se mantienen algunas actividades tradicionales que garan-
tizan la supervivencia de los tramos de ribera mejor conserva-
dos de toda la provincia, donde además de unas nutridas comu-
nidades de fauna y flora, es aún posible contemplar el amplio
bagaje cultural asociado al manejo de estos sotos y vegas. Los
cultivos de la ribera de Rioseco han ido variando durante el últi-
mo siglo. Algunos ancianos recuerdan que buena parte de los
actuales prados estuvieron plantados con mentas. Cuando éstas
perdieron su valor comercial, se sustituyeron por plantón, que
era remolacha de la que se recogía únicamente la semilla. Al
caer la demanda se introdujo el lúpulo que progresivamente ha
sido sustituido por prados, que ahora ocupan la mayor parte de
la vega, aunque son crecientes los cultivos forestales, sobre
todo de chopo.
El Torío, a pesar de ser un río con menor caudal, ha ido
formando una vega de suficiente entidad que comparte muchas
características con la del Omaña y una estructura muy similar.
Las sebes delimitan las propiedades y hacen compatible un
aprovechamiento intenso de los recursos naturales con el man-
tenimiento de una gran diversidad de fauna y flora. En el pasa-
do, la variedad de cultivos era muy superior pero en la actuali-
dad la práctica totalidad del territorio se dedica a pasto para el
ganado y sólo en las cercanías de los pueblos de Garrafe, La
Flecha y Manzaneda existen
algunas pequeñas huertas. La
existencia de árboles viejos
permite a muchas especies tro-
gloditas, ocupar estas riberas,
ya que dependen de las cavida-
des de estos árboles en
momentos clave de su ciclo
biológico. El principal uso que
aves y pequeños mamíferos
hacen de esas oquedades es
como refugio o lugar de cría de
la prole.
Desmán
Chochín