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del que quedan ejemplares en
pueblos de la Montaña, la
Ribera y Maragatería.
Las calabazas son de
dos cuerpos: el primero es un
aro y el segundo son dos esferas
de distinto tamaño en filigrana,
unidas por una pieza tubular. La
esfera inferior se remata con pequeños colgantes o palomitas.
Algunos ejemplares de calabazas, de filigrana de plata o sobre-
dorados, se encuentran en la mayoría de las comarcas, en la
Montaña son raros.
Las polcas tienen uno y dos cuerpos planos con pie-
dras engastadas verdes y encarnadas, también violáceas o blan-
cas y terminan en colgantes o goteras, existe gran variedad, y a
las de un solo cuerpo se las denomina rosetas.
Collares de corales hay en todas las tierras leonesas. El
coral fue muy del gusto popular, quizá en su hermoso color y en
las propiedades que la medicina popular y la superstición le
atribuían esté el secreto. Alguien dijo del coral que, además de
servir de adorno, daba salud a los vivos y paz a los muertos. El
artífice leonés del siglo XVI Juan de Arfe y Villafañe, describía
en su Quilatador de oro, plata y piedras (Valladolid, 1572) las
maravillosas propiedades del coral, que tenía -según él- virtud
para restañar la sangre, y era bueno contra los sueños fantásti-
cos, las tempestades y las fieras, incluso preservaba y aún cura-
ba los males del estómago. A veces los collares de corales se
enriquecían con una simple cruz o cruceta de plata; otras, con
una o varias medallas o joyeles. Y entre gruesos corales van
esas piezas de filigrana: los alconciles y las avellanas de las
collaradas maragatas, obra de antiguos plateros astorganos.
Los collares de azabache fueron también muy del
gusto popular ya que al azabache se le atribuían propiedades
medicinales y mágicas; no obstante, se encuentran pocos.
Un collar muy extendido es el de cuentas o sartas pin-
tadas, que los estudiosos suelen denominar de “pasta vítrea”:
son sencillos y bellos. En algunas comarcas acostumbran a
adornarlos con una cruz de plata o con medallas. A estos colla-
res se refiere el escritor del siglo XIX, Eduardo Saavedra, al
Foto: Collar