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lac i ana y alto s i l

L

os municipios de Villablino y Palacios del Sil

constituyen un territorio caracterizado por

su relieve abrupto. Ambos forman parte de una

comarca muy montañosa, articulada por el que,

con toda seguridad, es el río más bravo de León:

el Sil. Diversos avatares geológicos acaecidos

hace más de 20 millones de años modificaron de

forma manifiesta su cuenca; el hundimiento de la

amplia región que hoy conocemos como El Bierzo

provocó que el Sil se viera obligado a vencer un

gran desnivel desde su nacimiento. Como conse-

cuencia de ese cambio en su dinámica, el Sil ganó

energía, muchísima energía, lo que le sirvió para

labrar los profundos tajos en los que asienta su

cauce y, lo que tal vez haya tenido mayor repercu-

sión geológica, para arrebatar a otros ríos cercanos

sus cabeceras, como ha ocurrido con el Luna, el

Omaña o el Tremor entre otros. En la actualidad,

el Sil se muestra un tanto atemperado, en gran

medida como consecuencia del establecimiento

de embalses y canales subterráneos que desvían

parte de sus aguas a lugares predeterminados por

el hombre. Pero las evidencias de su intensa labor

erosiva son fáciles de observar en diversos puntos

de la comarca, sobre todo en su cabecera que, un

lejano día, perteneció al río Luna.

Laciana-Alto Sil es un territorio de montaña; no

abundan en él las calizas, pero sí las duras cuar-

citas generadas hace cientos de millones de años

en el fondo de algún mar, que dibujan afilados

escarpes y perfilan un paisaje abrupto y áspero,

con numerosas cimas que superan los 2.000 me-

tros de altitud.

Asentados en cotas mucho más modestas, los

bosques mixtos del Alto Sil constituyen una de

las señas de identidad de esta comarca; diversas

especies arbóreas, sostienen un rico mosaico de

vida aprovechado por animales tan emblemáti-

cos como el oso pardo o el urogallo cantábrico,

y convierten a esta región en un

en un enclave único en la cordi-

llera Cantábrica, cuya variedad

cromática desborda los sentidos

en cualquier época del año, en

especial durante el otoño. La im-

portancia ecológica y paisajística

de estos bosques es indudable.

Sin embargo, los paisajes actua-

les nada tienen que ver con los

del pasado más inmediato en

términos geológicos.

Lo que actualmente son ci-

mas desnudas, laderas frondosas

y profundos valles, hace unas

pocas decenas de miles de años

fue un escenario totalmente blanco, donde los

glaciares imponían su dominio. Por el valle del Sil

descendió uno de los mayores glaciares que se

desarrollaron en la cordillera Cantábrica duran-

te el Cuaternario; este, a su vez, era alimentado

por otros glaciares menores que procedían de los

valles tributarios. Las lenguas de hielo alcanzaron

un espesor de varios cientos de metros y allí por

donde pasaron, devastaron el paisaje previo. Dise-

ñaron las formas y estructuras ahora perceptibles,

como circos glaciares, con frecuencia asociados a

lagunas, valles con forma de “U”, morrenas, e in-

cluso arañazos o estrías asestados a las rocas por

los glaciares en su avance.

También debido a la acción del hielo, pero una

vez que la glaciación hubo finalizado, se desarro-

llaron en la comarca numerosos glaciares rocosos.

El invierno perpetuo que impera en las cumbres

más altas favorecía la acumulación de hielo y de

fragmentos de roca que, llegado el caso, podían

Bosque mixto. Sosas de Laciana.

Braña San Justo. El Villar de Santiago