10
lac i ana y alto s i l
L
os municipios de Villablino y Palacios del Sil
constituyen un territorio caracterizado por
su relieve abrupto. Ambos forman parte de una
comarca muy montañosa, articulada por el que,
con toda seguridad, es el río más bravo de León:
el Sil. Diversos avatares geológicos acaecidos
hace más de 20 millones de años modificaron de
forma manifiesta su cuenca; el hundimiento de la
amplia región que hoy conocemos como El Bierzo
provocó que el Sil se viera obligado a vencer un
gran desnivel desde su nacimiento. Como conse-
cuencia de ese cambio en su dinámica, el Sil ganó
energía, muchísima energía, lo que le sirvió para
labrar los profundos tajos en los que asienta su
cauce y, lo que tal vez haya tenido mayor repercu-
sión geológica, para arrebatar a otros ríos cercanos
sus cabeceras, como ha ocurrido con el Luna, el
Omaña o el Tremor entre otros. En la actualidad,
el Sil se muestra un tanto atemperado, en gran
medida como consecuencia del establecimiento
de embalses y canales subterráneos que desvían
parte de sus aguas a lugares predeterminados por
el hombre. Pero las evidencias de su intensa labor
erosiva son fáciles de observar en diversos puntos
de la comarca, sobre todo en su cabecera que, un
lejano día, perteneció al río Luna.
Laciana-Alto Sil es un territorio de montaña; no
abundan en él las calizas, pero sí las duras cuar-
citas generadas hace cientos de millones de años
en el fondo de algún mar, que dibujan afilados
escarpes y perfilan un paisaje abrupto y áspero,
con numerosas cimas que superan los 2.000 me-
tros de altitud.
Asentados en cotas mucho más modestas, los
bosques mixtos del Alto Sil constituyen una de
las señas de identidad de esta comarca; diversas
especies arbóreas, sostienen un rico mosaico de
vida aprovechado por animales tan emblemáti-
cos como el oso pardo o el urogallo cantábrico,
y convierten a esta región en un
en un enclave único en la cordi-
llera Cantábrica, cuya variedad
cromática desborda los sentidos
en cualquier época del año, en
especial durante el otoño. La im-
portancia ecológica y paisajística
de estos bosques es indudable.
Sin embargo, los paisajes actua-
les nada tienen que ver con los
del pasado más inmediato en
términos geológicos.
Lo que actualmente son ci-
mas desnudas, laderas frondosas
y profundos valles, hace unas
pocas decenas de miles de años
fue un escenario totalmente blanco, donde los
glaciares imponían su dominio. Por el valle del Sil
descendió uno de los mayores glaciares que se
desarrollaron en la cordillera Cantábrica duran-
te el Cuaternario; este, a su vez, era alimentado
por otros glaciares menores que procedían de los
valles tributarios. Las lenguas de hielo alcanzaron
un espesor de varios cientos de metros y allí por
donde pasaron, devastaron el paisaje previo. Dise-
ñaron las formas y estructuras ahora perceptibles,
como circos glaciares, con frecuencia asociados a
lagunas, valles con forma de “U”, morrenas, e in-
cluso arañazos o estrías asestados a las rocas por
los glaciares en su avance.
También debido a la acción del hielo, pero una
vez que la glaciación hubo finalizado, se desarro-
llaron en la comarca numerosos glaciares rocosos.
El invierno perpetuo que impera en las cumbres
más altas favorecía la acumulación de hielo y de
fragmentos de roca que, llegado el caso, podían
Bosque mixto. Sosas de Laciana.
Braña San Justo. El Villar de Santiago