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una mata de roble, las torcaces cantando en la mañana, ese
ídolo que en Rodicol adoraron las gentes, la sombra oscura de
los abedules, el viento frío en las faldas del Tambarón...
Sensaciones que hay que descubrir para poder comprender.
Pero sobre todo una imagen, la del río claro, muy claro, que
nunca deja de correr al ritmo que marcan las estaciones.
A Omaña pertenecen ahora muchos de los antiguos
concejos de esta zona, integrados en cuatro municipios, Murias
de Paredes, Riello, Valdesamario y Las Omañas. A través del
Alto de La Cañada y la Sierra de la Filera, Omaña limita con
Babia y Luna, dejando al oeste algunas de las más altas cum-
bres que la separan del Bierzo. Al sur, casi en continuidad, se
disponen La Cepeda y la ribera del Órbigo. En Omaña dominan
los sustratos ácidos; areniscas, cuarcitas y pizarras muy anti-
guas y erosionadas una y mil veces, conforman en el curso
medio del río, un paisaje suave de lomas y valles que en la tie-
rra se conocen como “lombas”. En la fuente del Miro Viejo,
donde nace el río al pie del Tambarón, el paisaje es bien distin-
to. Cotas de más de 2.100 m. se reparten las cumbres (Nevadín,
Tambarón, Catoute, Arcos del Agua y Suspirón), desplomándo-
se sobre los valles hasta los 900 m., altitud en la unión del
Omaña con el Luna. Estas zonas altas, ricas en vida, están
pobladas de pastizales subalpinos y matorrales rastreros, entre
los que buscan refugio la perdiz pardilla o la rara liebre de pior-
nal. Más abajo, cuando las duras condiciones de la alta monta-
ña permiten el asentamiento de bosques, crecen abedulares.
Algunos como los de Fasgar o Montrondo se citan entre los
mejor conservados de León. En ellos encuentran refugio las
últimas poblaciones de urogallo cantábrico. Poco a poco, el
Trascastro de Luna y el río Omaña