trashumantes. Estos pastos altos, frescos durante todo el verano, eran arrendados
cada año a los rebaños de merinas que subían por las cañadas y cordeles de
la Mesta, desde Extremadura, La Mancha... El permanente trasegar
de rebaños y pastores condicionó
una forma tradicional de vida
y aprovechamiento de los
recursos naturales locales
de la que todavía quedan
algunas muestras en cho-
zos, rediles, indumenta-
ria, juegos populares, aperos y, sobre todo, en la caldereta,
muestra genuina de la comida pastoril.
Es en estas bandas, al abrigo de las cumbres, donde la
naturaleza silícea de las rocas define la composición de la
cubierta vegetal. Las extremas condiciones ambientales,
con fríos invernales prolongados, ventisca frecuente y
gran insolación en los días del verano, y los suelos
pobres y poco desarrollados, condicionan la existen-
cia de pastizales ralos en las zonas más altas y, un
poco más bajos, matorrales achaparrados de enebro
rastrero, urces (brezos) y arándanos. Las primave-
ras despliegan un espectáculo de violetas y ama-
rillos, mientras que el otoño se tinta del intenso
rojo de las arandaneras decadentes. Es a final del
verano, cuando los preciados frutos de este arbusto
están maduros, que el oso merodea entre los arán-
danos, saciando su interminable apetito con el rico
azúcar de su carne. En estas bandas de matorral encuen-
10.
Ermita de Santiago
Perdiz
pardilla