

Aunque no conforman bosques bien estructurados, crecen
en la zona majestuosos castaños, corpulentos, añejos y
robustos. En Villaviciosa de la Ribera, uno de los pueblos
del curso bajo del Omaña, existen algunos ejemplares
centenarios, con enormes copas y troncos envejecidos
de los que año tras año rebrotan nuevos retoños desa-
fiando al tiempo.
Aunque se tiene constancia de la presencia de castaños en
Iberia desde hace más de 8.000 años, proliferaron hace
unos 2.000, coincidiendo con la expansión de Roma,
lo que hace pensar que fueron potenciados por los
romanos.
En la otoñada sueltan sus preciados frutos, las castañas, que tapizan el suelo con las
punzantes espinas de los erizos, envoltura globosa, que encierra en su interior el nutritivo fruto.
Las castañas supusieron un importante recurso alimenticio. En otros tiempos, se dejaban
secar y se molían hasta obtener harina, con la que se elaboraba un pan tosco y consistente, que los
romanos empleaban para alimentar a los esclavos en las minas.
El magosto o asado de las castañas ha sido, y todavía es, argumento para una fiesta popu-
lar que se celebra alrededor de la hoguera.
La madera de castaño, muy dura y pesada, es fácil de trabajar. Aunque como combustible
vale poco, es muy apreciada en carpintería y construcción, ya que se conserva mucho tiempo,
incluso a la intemperie.