Al igual que la mayoría de los
metales, el oro se forma en regiones geoló-
gicamente activas del planeta, como lo fue
el norte de la Península Ibérica hace unos
300 millones de años, cuando emergió el
embrión de las actuales montañas leone-
sas.
Durante la génesis de montañas,
se produce el ascenso de fluidos proceden-
tes del interior de la Tierra, más o menos
calientes, y siempre cargados de elementos
químicos como el oro. Al aproximarse estos
fluidos a la superficie, el cambio en las condiciones ambientales origina el depósito de los elemen-
tos que
transportan. Se forman así los yacimientos primarios, algunos de los cuales
fueron explotados en época romana.
Es lógico pensar que la erosión de las montañas con yacimientos de oro
generará sedimentos con partículas auríferas. Se habla entonces de
yacimientos secundarios o placeres. En León, la formación de yaci-
mientos secundarios se vio favorecida por un clima cálido y húmedo,
en el que los ríos erosionaron los yacimientos primarios acumulan-
do el oro en depósitos fluviales, generalmente próximos a éstos.
Por su accesibilidad y facilidad para obtener oro puro, los placeres
fueron los yacimientos más explotados por los romanos.