Casi dos siglos
tardó Roma en poner fin a
la conquista de Hispania, lo
que consiguió tras ocupar el
territorio poblado por cán-
tabros y astures, no sin librar
una cruenta guerra que duró
más de diez años, entre el 29
y 19 a.C.
El oro procedente
de los botines de guerra no
era suficiente para garanti-
zar el nuevo sistema moneta-
rio iniciado por Augusto, quien decidió explotar los prometedores recursos metalíferos del noroeste
peninsular. Con ello, además de conseguir oro y plata para acuñar moneda, reforzó su prestigio
personal y consolidó su posición política en el senado.
Dominada Hispania, las minas de oro fueron controladas por el ejército de Roma. Para
los trabajos mineros se empleaba mano de obra indígena, por lo que los castros fueron poco a poco
romanizándose, es decir, transformándose en unidades de explotación, de modo que había castros
mineros, agrícolas e incluso algunos destinados al mantenimiento de los canales de agua, impres-
cindibles para las explotaciones.