Astures, este es el nombre que los romanos dieron a los pobladores indígenas de los terri-
torios del norte de Iberia situados al oeste del río Astura, el Esla.
Ganaderos más que agricultores, vivían en castros, poblados fortifi-
cados ubicados siempre en altozanos soleados y protegidos. Sus casas eran
construcciones de planta circular, con muros de piedra y techumbre
vegetal.
En muchos castros, las excavaciones arqueológicas han
recuperado valiosas piezas de orfebrería que evidencian
el minucioso trabajo desarrollado por estos pueblos
prerromanos con el oro, lo que demuestra que
conocían su valor y contaban con las téc-
nicas necesarias para su obtención y
manipulación.
Antes de la romanización,
el oro ya era un importante recurso
económico y productivo. Los astures
lo extraían directamente del cauce de
los ríos, cribando las arenas auríferas,
que sometían a un intenso lavado
con un cuenco o batea. Muchas
veces, eran las mujeres las
encargadas de batear el oro.