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Raíces del aliso
Entre los campos y fincas se insinúan todavía muretes, linderos y
sebes
, como
se conoce en gran parte de León a los setos vivos. Son los últimos reductos de
esos bosques de ribera y durante centurias han cumplido su función, no solo
como cierres, sino además con un destacado papel ecológico y económico. La
sebe se preparaba dejando algunos troncos de palera (sauce) como base. Luego,
las ramas, tanto de paleras como de otros arbustos, como rosales silvestres, zarzas
o boneteros, se trenzaban hasta conseguir la forma longitudinal deseada que se
iba perfilando con años de podas sucesivas. El cierro, como también es conocido,
es propiedad de una de las fincas que delimita, de modo que su poda, limpieza y
cuidado es responsabilidad del dueño de la misma. Y ese mudo lenguaje de las
formas que ha sido la vida tradicional, permitía a todos conocer su dueño: la sebe
se anudaba siempre hacia la finca a la que pertenecía.
Los setos se han mantenido gracias a que actúan como eficaces barreras,
protegiendo las fincas del viento y aportando sombra para el ganado. De ellos
se obtenían leñas, pequeños frutos, setas, aves, etc. Las sebes, que por desgracia
van desapareciendo por el desuso y la concentración parcelaria, conforman un
entramado de fincas, bosquetes y prados secularmente manejados por el hombre;
un interesante mosaico de enorme atractivo paisajístico e incalculable gran valor
ecológico y cultural.