cabras y cerdos, ofrecían alimento, trabajo, transporte y eran objeto de trueque,
por lo que la ganadería fue vital para los pobladores de estas montañas. De ahí
su rigurosa organización comunal: épocas precisas de pasto para cada especie,
zonas concretas, veceras y turnos eran establecidas para el bien común. De mayo
a octubre, el ganado pastaba en los puertos, mientras que las cabras encontraban
alimento en los resquicios de las peñas: nada podía quedar sin aprovechamiento.
Desaparecido el modo de vida tradicional, el Bernesga ha sufrido una profun-
da transformación; de sus valles salen ahora distintos recursos, como energía y
carbón, así como productos de gran calidad, como lácteos y embutidos. Las tierras
de cultivo de las zonas bajas se van abandonando poco a poco y sólo praderías y
huertos sustituyen el abigarrado paisaje agrario tradicional matizado por sebes y
setos vivos.
las TIERRAS DEL VIEJO REINO DE LEON
Poblado desde antiguo, las primeras evidencias de presencia humana en el
Bernesga se remontan al Paleolítico y fueron halladas en la cueva de La Cantera
en Alcedo de Alba.
Roma encontró un territorio poblado por astures del grupo de los Orniaci,
habitantes de castros diseminados por todo el valle. Dominó el territorio, trazó
calzadas y puentes, y le dio un nuevo nombre
Arbolium
, terreno cubierto de
árboles.
Pero sin duda fue durante la Reconquista, cuando el Bernesga alcanzó mayor
protagonismo. El avance del reino asturiano hacia el Duero impuso la necesidad
de asegurar las fronteras, siempre inestables, lo que obligó a establecer un sistema
defensivo en las estribaciones meridionales de la Cordillera. En época de Alfonso
III, se consoli-
dan varias forti-
ficaciones, entre
ellas los casti-
llos de Luna,
Alba y Gordón,
así como torres
y otros elemen-
tos defensivos y
de vigía.
De las forta-
lezas de Alba y
Gordón apenas
queda el recuer-
do en la topo-
nimia y algunas
25.
Alfoz de León en 1017