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el patio, rematada con arco de medio punto -raras veces adinte-
lada- sobre el que vuela un balcón. Las portadas no tienen pro-
pósito de la monumentalidad y por esa razón no se utilizan
columnas o pilastras, ni se hace uso de entablamentos u otros
elementos arquitectónicos propios de la suntuosidad de los
palacios urbanos. En los ejemplos más destacados se disponen
en los extremos de la fachada sendas torres de base cuadrada,
levantando un tercer piso; sin duda esta organización obedece a
una reminiscencia y sentido de emulación del modelo de pala-
cio renacentista español, que se caracteriza por la disposición
de torres angulares. Los escudos heráldicos, emblema y orgullo
de quien levantó la casa, ocupan un lugar privilegiado, a los
lados del balcón principal o sobre él, siendo normal que haya
más de uno, producto de la fusión de familias nobiliarias.
Los edificios están siempre construidos con piedra,
aprovechando las canteras de la zona, lo que junto con las
cubiertas de pizarra daba una cierta unidad al conjunto. En
cuanto a los aparejos, varían, estando en los casos más sencillos
todos los paramentos construidos con mampostería, que se
ocultaría al embellecerse los muros con una gruesa capa de
enlucido para enrasar los paramentos. Los sillares de piedra
aparecen en arcos, vanos y esquinas, reforzando así las partes
más débiles de la construcción. Las familias más poderosas y de
mayores posibilidades económicas, ennoblecían la zona de la
portada, subrayándola mediante un rectángulo vertical, realiza-
do todo él con sillares bien labrados, creando así un ámbito
donde resaltaban la puerta, el balcón y, por supuesto, los escu-
dos nobiliarios.Hay muy pocos motivos ornamentales, incluso
en los construidos en el periodo más castizo del barroco. No
debemos olvidar que son edificios propios de una arquitectura
rural de zona de montaña, financiados por familias que no
estaban en el escalafón más alto de la nobleza. Por estas razo-
nes, se opta por una arquitectura sencilla, donde los alardes
decorativos quedan prácticamente reducidos a los escudos
heráldicos realizados, con más o menos maestría, en relieve de
piedra. Se prefieren otros valores más prácticos como la soli-
dez, la fortaleza y la austeridad.
Tanto las ventanas del piso
inferior, más pequeñas, como las del
piso superior, de mayores dimensiones
y muchas veces con balcón, nunca son
numerosos y están ordenadas regular-
mente, de forma que acrecientan el
Foto: Escudo de los Condes de Nava