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construyó en este momento. Una rápida ojeada al poblamiento
actual de Cuatro Valles permite observar que el barroco y el
rococó son los dos estilos artísticos que en arquitectura religio-
sa tienen una mayor presencia; si bien hay ejemplos de templos
de épocas y estilos anteriores. Encontramos también interesan-
tes vestigios arquitectónicos civiles que las nobles familias
hidalgas fueron construyendo en distintos lugares para su resi-
dencia y que representaban un claro símbolo de rango y poder:
Las casonas solariegas que espigadamente emergen en los prin-
cipales núcleos de Babia, Laciana, Omaña, Ordás, La Cepeda o
los valles del Bernesga y el Torío.
De la arquitectura popular montañesa sólo queda en
pie alguna casa de evidente origen ganadero y claramente
entroncada con modelos cantábricos, siempre de piedra con
cubierta de paja o, sobre todo, de losa necesarios ambos mate-
riales para superar los ocho meses de duro invierno y por la que
podemos comprobar la existencia de unos tipos constructivos
originales y autóctonos, objeto de otro importante capítulo de
esta obra que nos ofrece el arquitecto José L. García Grinda. De
estos dos últimos apartados podemos deducir que el siglo XX,
que acabamos de abandonar, es en el que más se evidencia la
pérdida de nuestro patrimonio cultural y etnográfico: hórreos,
chozos, brañas, palomares, caleros, potros de herrar, fábricas de
luz o molinos y piso-
nes han desapareci-
do prácticamente del
en otro tiempo rico
paisaje cultural mon-
tañés, como conse-
cuencia de los cam-
bios habidos en el
sistema ganadero, de
la huida masiva de la
población y de la
falta de atractivos en
una región casi
e x c l u s i v a m e n t e
rural.
El patrimo-
nio etnográfico que
hoy conocemos y
que estudia Joaquín
Foto: Hórreo. Sosas de Laciana