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las dos últimas. No obstante, en el ambiente siempre palpita la
presencia ganadera, pues a través de él se recuerda el cancione-
ro, siempre con un sentimiento nostálgico por las ausencias:
Ya se van los pastores
a la Extremadura,
ya se queda la sierra
triste y oscura.
Ya se van los pastores,
ya se van marchando,
más de cuatro zagalas
quedan llorando.
Ya se van los pastores
hacia la majada,
ya se queda la sierra
triste y callada
y con versos del romancero, del que es muestra el romance
Del
pastor que estaba en Babia
, que recoge Virgilio Riesco en su
libro
Babia paso a paso
:
Cuando la noche se abaja
toda en su manto guarnida
ya se avivan en el chozo
brasas de melancolía,
ya está la majada quieta,
tan ordenada y cumplida,
y ya señorea la luna
sobre la tierra enganida.
Junto a la práctica trashumante se realizaba la
trans -
terminante
, propia de aquellos pastores que en el verano traían
sus rebaños a la montaña y durante el invierno bajaban a la ribe-
ra del Órbigo, lo que suponía no salir de la provincia. Famosos
fueron en esta modalidad los ganaderos de Los Barrios de Luna,
donde la familia de los Morán han sido señeros y referencia
obligada. La vida pastoril no se reducía a estas modalidades,
pues, en Laciana, los
brañeros
representaban otro grupo con sus
peculiares costumbres y folklore, antes de que la comarca
dependiese de la minería del carbón. Todavía en los años pri-
meros del siglo XX, los hombres cantaban en el momento de
partir a los puertos, aquello de
El pastor ovejerico
es un puño en su pellica.
Ladra el mastín en el cerro,
runrunean las esquilas,
la noche, toda, se encalma
con las estrellas furtivas.
Ay, el mi pastor galano
que en vez de cantar suspira
(continúa)
Foto: Rebaño