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142.

estos valles es la ganadería, al margen de las explotaciones

mineras que existen en la comarca de Laciana y en algunos

lugares de Luna (La Magdalena), Valdesamario y de los valles

paralelos del Bernesga y del Torío (La Robla, Ciñera, Santa

Lucía de Gordón, La Pola de Gordón, Matallana de Torío, etc.).

El ganado, pues, es el argumento de la economía tradicional de

esta montaña. Una cabaña compuesta por caballar, vacuno y

ovino.

Las yeguadas babianas siempre tuvieron buena fama

por la calidad de sus ejemplares. En el presente se centra en la

cría de la raza hispano-bretona que ha dado lugar en San

Emiliano a concursos de gran afluencia. Tanto éstas como el

ganado vacuno son ganados estantes, es decir, permanecen en

el mismo lugar durante todo el año, mientras que el ganado

ovino forma parte de la explotación trashumante. En función de

ello, se ha distribuido el terrazgo, creándose zonas de prados en

los fondos del valle, dedicados a la siega, en los que se suceden

pequeñas paredes o

murias

de piedra trabadas en seco, que divi-

den una propiedad minifundista y extremadamente parcelada.

Pero por encima de esta cota, el pasturaje comunal es aprove-

chado por los ganados de la vecindad según el sistema de

vece -

ra,

regulado como ya vimos anteriormente, por las ordenanzas.

Estos pastos de altura se dividen en

puertos

que han sido alqui-

lados por los concejos -y ahora por las Juntas Vecinales- a las

distintas cabañas de ganado merino procedente de

Extremadura, que pasaban el estío -desde junio hasta san

Miguel de septiembre- en las amplias majadas que poseen las

montañas de Omaña, Babia, Luna y Laciana. En ellas se levan-

taron una sucesión de

chozos pastoriles

con sus correspon-

dientes apriscos, que forman parte de ese otro patrimonio que

supone la arquitectura popular. Chozos circulares de piedra con

una cubierta cónica protegida por escoba y tapines, que eran

remozados todos los años por el concejo, antes de la llegada de

los pastores. A cambio, el

mayoral

de la cabaña organizaba una

machorrada

o

corderada

en la que participaban todos los veci-

nos, consistente en una comida compuesta de

chanfaina

y

cal -

dereta

de cordero. Con los beneficios del arriendo de los puer-

tos se pagaban las fiestas, el sueldo del maestro, del cirujano,

los arreglos de los caminos y demás gastos del común.

Esta tradición pastoril, que supone uno de los aspectos

más significativos de la cultura tradicional leonesa, implica

cuestiones de orden social, laboral y cotidiano, convertidas en