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Con este recargo sonoro forman gran alboroto al
correr el car -
naval
por los pueblos de la cercanía, cantando y arrojando ceni-
za, a cambio de una cuestación que se convertía en merendola.
En esta especie de comparsa de
zafarrones
también se integran
el
toro
y el
torero
-pareja inmutable en la que el primero arre-
mete contra las gentes y el segundo actúa como valiente salva-
dor que se enfrenta y burla a la furia-, así como otros persona-
jes -el ciego, los gitanos, etc.- que varían según la voluntad de
los mozos. Mas, hay otros carnavales con una celebración
moderna, donde aparece gran diversidad de disfraces y en los
que el ánimo fiestero se torna convencional a través de cabal-
gatas, callejeo y bailes de actualidad, como sucede en
Villablino, La Robla y en La Pola de Gordón.
El carnaval sucumbe con el sacrosanto Miércoles de
Ceniza, iniciándose la cuarentena de la Cuaresma, que se justi-
fica en la
Semana Santa
. Esta evocación religiosa de la Pasión
de Cristo se rememora en estos pueblos de forma sencilla y
recoleta, trabada por actitudes devotas y sentidas, y ajena al
oropel y grandilocuencia de los desfiles procesionales capitali-
nos de recapitulado rigor trentino.
Se inicia, como todos sabemos, con la procesión del
Domingo de Ramos
en la que se portan a modo de palmas,
ramos de laurel, de tejo o de otras especies vegetales, bendeci-
dos en el curso de la misa dominical, que luego se colocarán en
puertas y ventanas para alejar lo indeseable y hacer manifiesta
la tradición religiosa.
En días sucesivos, las mujeres se encargarán de la
colocación del
Monumento
, que, por su aparatosidad, con fre-
cuencia se reduce al simple montaje de un sencillo altar donde
se concitan las intenciones y el símbolo eucarístico, en sustitu-
ción de aquella costumbre de cubrir el retablo con lienzos pin-
tados, así como del resto de las imágenes de la iglesia con paños
nazarenos, en señal de luto.
La mengua de presencia vecinal por despoblamiento,
tan frecuente en el ámbito rural de este territorio, afecta también
a otros actos propios de esta Semana de Pasión. Es por ello que,
asistir al
Oficio de las Tinieblas
o rezo del breviario, está en
manos de la fortuna de coincidir el Jueves o Viernes Santo con
la celebración en uno de estos pueblos, cuyo ritual acostumbra-
do hasta 1956, año en que es suspendido por Pío XII, supone un