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132.

hornos y

piérgolas

para evitar incendios; disposición de monte-

rías; a los nombramientos del fiel de fechos, de los guardas, de

los

preseros

, depositarios, campaneros, barqueros, herreros, es

decir, de todos aquellos oficios necesarios para el bien común;

a sancionar por los incumplimientos, a solucionar pleitos..., y a

custodiar las

arcas concejiles

donde se guardaban bajo tres lla-

ves, las medidas para apotar los abastos, los documentos -fue-

ros, resoluciones,

libros del pueblo

, ordenanzas- y la

vara

donde se apuntaba mediante muescas, la teneduría de los

impuestos después de contabilizar con piedras, los bienes de

cada vecino. También se custodiaban en ellas la copa de plata

por la que bebían el vino los hijosdalgos y la cuerna por la que

lo hacía el pueblo llano, al finalizar las asambleas.

Todo este gobernalle fue inicialmente consuetudinario

hasta que comenzaron a ser escritas tales normas, constituyén-

dose las llamadas Ordenanzas de Concejo, que perduraron

incluso cuando estos se convirtieron en el siglo XIV en

Municipios y, alcanzada la Baja Edad Media, en Regimientos si

se trataba de ciudades. En los pueblos continuó el concejo hasta

que pasaron a ser Juntas Vecinales en torno a 1924, circunstan-

cia que se mantiene sostenida en su funcionamiento, por un

régimen semejante al concejil.

De esta manera se establecía el orden en las vecinda-

des y, en cierta forma, un modo de vida convertido en costum-

bre y ésta en tradición, que actuaban y actúan recíprocamente

una sobre otra. A su vez tenían como insignia el pendón y la

pendoneta, que todavía hoy se exhiben como distintivo de cada

pueblo en procesiones o festividades especiales. Son portados

por los mozos de más edad, mientras que las pendonetas lo

hacen los más pequeños (niños o niñas), mediante una correa de

cuero. Tal hecho supone, además, un gesto de orgullo y una

prueba de fortaleza, pues, pendones con una

vara

de 12 metros

y amplia tela, es harto dificultoso conducirlos, aunque tengan

dos

gordones

que permiten a los

remadores

equilibrarlos ante el

batir del viento. La destreza aumenta cuando les

bailan

o les

trepan

, que son audacias añadidas por parte del mozo más habi-

lidoso, que, tanto hoy como en el pasado, provocan especial

admiración. La romería de Pandorado, en Omaña, es una oca-

sión para contemplar estos pendones, pues en ella se concentran

los de todos los pueblos de la comarca, creando un ambiente

intenso y espectacular.