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hornos y
piérgolas
para evitar incendios; disposición de monte-
rías; a los nombramientos del fiel de fechos, de los guardas, de
los
preseros
, depositarios, campaneros, barqueros, herreros, es
decir, de todos aquellos oficios necesarios para el bien común;
a sancionar por los incumplimientos, a solucionar pleitos..., y a
custodiar las
arcas concejiles
donde se guardaban bajo tres lla-
ves, las medidas para apotar los abastos, los documentos -fue-
ros, resoluciones,
libros del pueblo
, ordenanzas- y la
vara
donde se apuntaba mediante muescas, la teneduría de los
impuestos después de contabilizar con piedras, los bienes de
cada vecino. También se custodiaban en ellas la copa de plata
por la que bebían el vino los hijosdalgos y la cuerna por la que
lo hacía el pueblo llano, al finalizar las asambleas.
Todo este gobernalle fue inicialmente consuetudinario
hasta que comenzaron a ser escritas tales normas, constituyén-
dose las llamadas Ordenanzas de Concejo, que perduraron
incluso cuando estos se convirtieron en el siglo XIV en
Municipios y, alcanzada la Baja Edad Media, en Regimientos si
se trataba de ciudades. En los pueblos continuó el concejo hasta
que pasaron a ser Juntas Vecinales en torno a 1924, circunstan-
cia que se mantiene sostenida en su funcionamiento, por un
régimen semejante al concejil.
De esta manera se establecía el orden en las vecinda-
des y, en cierta forma, un modo de vida convertido en costum-
bre y ésta en tradición, que actuaban y actúan recíprocamente
una sobre otra. A su vez tenían como insignia el pendón y la
pendoneta, que todavía hoy se exhiben como distintivo de cada
pueblo en procesiones o festividades especiales. Son portados
por los mozos de más edad, mientras que las pendonetas lo
hacen los más pequeños (niños o niñas), mediante una correa de
cuero. Tal hecho supone, además, un gesto de orgullo y una
prueba de fortaleza, pues, pendones con una
vara
de 12 metros
y amplia tela, es harto dificultoso conducirlos, aunque tengan
dos
gordones
que permiten a los
remadores
equilibrarlos ante el
batir del viento. La destreza aumenta cuando les
bailan
o les
trepan
, que son audacias añadidas por parte del mozo más habi-
lidoso, que, tanto hoy como en el pasado, provocan especial
admiración. La romería de Pandorado, en Omaña, es una oca-
sión para contemplar estos pendones, pues en ella se concentran
los de todos los pueblos de la comarca, creando un ambiente
intenso y espectacular.