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la viecha fala di nuesu chxugar
la vieja habla de nuestro lugar
qui poucu a poucu s´acaba
que poco a poco se acaba
ya lus nuevus nun son a falar
ya que los nuevos no saben hablar,
como también recordar leyendas o recitar los versos de una
vaqueirada
al son de un
pandeiru
:
unqui vou pala braña
nun chevu pena
pur qui chevu patacas
pa faer la cena
adious míu mante
adious amor
adious míu amante
qui you mi vou,
(continúa)
o decir con anhelada pervivencia del leonés:
cuatro llobus bajonum
pur el valle de Laciana
funun diciendu a Sumiedu
tseite, tsinu, tsume, tsana.
La que no necesita rehacerse es la toponimia, que se
conserva, no por milagro, sino por necesidad e imperativos de
identificación. Es algo que comprobamos cada vez que acudi-
mos a vieja documentación donde aparecen los mismos nom-
bres de riscales, peñas, puertos, campas, bosques, montes, fon-
tanales, arroyos, majadas, brañas..., que en la actualidad. En
ellos hay una continuación y una esencia popular inalterable,
respetada y conservada.
También quedan los motejos y remoquetes con que se
definían irónicamente unos pueblos a otros; los propios genéri-
cos de las familias que identificaban un tronco genealógico y
los sobrenombres personales que a veces hacían olvidar la gra-
cia que se concedía en la pila bautismal.
Por todo ello, sustantivos, adjetivos, expresiones rela-
cionadas con el vivir cotidiano, con la ganadería, con la oro-
grafía, conforman los rasgos sociolectos y patrimoniales