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143.

costumbres y éstas en tradiciones, que

conforman su sentido. No podemos

olvidarnos, pues, de estas gentes que

pertenecieron a un grupo social dedi-

cado a la actividad ganadera, cuyos

miembros formaron parte de los lla-

mados

pastores serranos

que años

tras año dejaban estas montañas para

trasladarse a las dehesas extremeñas por cañadas, cordeles y

veredas, y permanecer en ellas casi siete meses, retornando a

estos pastos cuando las nieves lo hacían posible. Ellos fueron el

componente humano de la Mesta desde aquellas

mestas

y

mes -

tillas

creadas con anterioridad a 1273, fecha en la que Alfonso

X funda el Honrado Concejo de la Mesta y que aglutinó a los

ganaderos de merina hasta 1836, año en el que desaparece para

ser sustituido por la Asociación de Ganaderos del Reino.

Tal como cuenta Manuel Rodríguez Pascual, “

los pas -

tores leoneses practicaban la trashumancia de largo alcance en

cuadrillas autóctonas o empleados asalariados en las grandes

cabañas, cuya importancia, principalmente en la montaña de

Riaño y en Babia, se mantuvo con gran fuerza, hasta la prime -

ra mitad del siglo actual [siglo XX]

”. Su organización estaba

estructurada jerárquicamente a partir del

mayoral

, seguido por

los

rabadanes

, el

compañero

, el

ayudador

, el

persona

, el

sobrado

, el

zagal

y el

motril

, personaje éste, de temporada,

pues era el encargado durante el verano, de subir desde las

roperías

a los puertos, el pan y la comida de los mastines. Aún

en la bajada a las dehesas se les unían los

escoteros

, que, en

busca de trabajo en aquellas tierras de la extrema-dura, acom-

pañaban ayudando en las faenas trashumantes.

Famosos fueron los mayorales procedentes de La

Majúa, Torre de Babia, Abelgas..., que atesoraron la experien-

cia de sus antepasados y la trasmitieron de generación en gene-

ración. De todos ellos aún hay un vivo recuerdo que reverdece

cada año con la llegada de algunos rebaños. Recorrer en los

meses de julio y agosto estas montañas, es oír el tintineo seco

de cencerros y el agudo de las esquilas. No se trata de una per-

vivencia exacta del pasado, pues los medios de transporte ha

modificado el sistema de explotación, ni tampoco de la conti-

nuidad de esas roperías que existieron en Serrilla -en el valle

del Torío- en Beberino -en la comarca de Gordón- en Torre de

Babia, conocida como de Vildeo, de las que sólo quedan en pie

Foto: Caballos. Babia