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141.

dirigen a la iglesia. El otro acto público en el que, incluso se

puede participar, es la

carrera de la rosca

, que en Babia estaba

hecha de pan de trigo con leche. Es un regalo de la madrina por

el que pugna la juventud en competición pedestre, costumbre

que completa por la tarde, el baile y el festejo nupcial.

Las bodas siempre son motivo de algazara, a veces lle-

vadas al extremo con las

cencerradas

-las últimas de las que

tenemos conocimiento, se celebraron en Huergas de Babia en

1986-, susceptibles de reproducirse si la mocedad tiene el

humor suficiente. Fue broma que se gastaba sin piedad al novio

forastero que, por casarse con una moza del pueblo, debían

pagar el

piso

o

patén

al resto de los mozos, estipendio obligado

por llevarse una mujer de su grupo y reducir sus probabilidades

de emparejamiento. Si esta invitación no se realiza, la vengan-

za es la

cencerrada

, que es una imponente murga de cencerros

y objetos ruidosos que se procura dar la noche de bodas a los

contrayentes.

Escena tradicional de estas montañas es

la siega

: pri-

mero de la hierba y después de los cereales. En el pasado, una

realizada a

gadaño/a/u

(guadaña), y otra con

foz/fouz

(hoz).

Hoy, aquel ubérrimo esfuerzo realizado por toda la familia, se

ha sustituido por la tracción mecánica, de modo que, tan sólo

puede disfrutarse del aroma a heno con el que se impregna el

aire en el mes de junio, en las proximidades del praderío o de

los pajares una vez almacenado. En cuanto al poco trigo y al

mucho centeno que aquí se sembraba, ya es recuerdo, de modo

que los aterrazamientos o bancales de estas laderas están actual-

mente invadidos por la retama del monte. Asimismo, los

medios mecánicos han mejorado la vida pero también con ellos

se ha producido la desaparición de faenas agrícolas, como la

maja

(trilla) a base de

mayal

, del sentido comunitario en la

siega de los cotos o prados vecinales, del folklore que derivaba

de tales ocupaciones -cantos de

maja

-, del

ramo

que se coloca-

ba en el último carro del acarreo del forraje que había de ali-

mentar a los animales durante el prolongado invierno, y del

comensalismo que todos realizaban al finalizar esta imprescin-

dible labor.

cultura pastoril

Si la siega es trabajo de temporada, el cuidado de los

animales era una constante a lo largo del año. Y ésta sí que es

una escena presente y permanente, pues la base económica de