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n esta tierra de monte y roca, de valles agradecidos y ele -
vadas cumbres, saturados por una atmósfera de fríos inviernos, esplén -
didos veranos, suaves otoños y deslumbrantes pero inestables primave -
ras, se hace una cocina sencilla en consonancia con su medio. Esta
“cocina del pueblo” es la más genuina versión del arte culinario de la
montaña de León, convertida en tradicional por la permanencia del
tipo de recursos y reiteración de los alimentos, por la manera de ser
condimentados y por las actitudes y valoración de lo que se come.
En toda ella impera la sobriedad, casi una herencia histórica des -
pués de conocer lo que dijo Strabón sobre las gentes astures que, antes
de la dominación romana, ocupaban el territorio que se extendía desde
el mar Cantábrico hasta la franja norteña de Zamora, y desde el Sella,
en oriente, hasta la ría de Navia, en occidente, dentro del cual se
encuentran estos valles leoneses, con numerosas localizaciones castre -
ñas que atestiguan su presencia en el territorio.