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forma consustancial con la que ha pasado de generación en
generación esa literatura popular cultivada a partir de una
herencia secular y de la propia creación y recreación del pue-
blo. Los romances, los mitos, las leyendas, los cuentos, las
fábulas, los cantos, los refranes, los proverbios, las adivinanzas,
los trabalenguas o las retahílas son, cada uno y en conjunto, una
muestra evidente de mentalidades, de saber acumulado por la
experiencia, de conceptos morales, de comportamientos, de
sentimientos, de percepciones de lo conocido y ante lo desco-
nocido, en definitiva, del sentido de la vida de unas mentalida-
des que responden a diferentes niveles de elaboración mental y
a diferentes dimensiones espaciales y temporales. Porque la tra-
dición oral es un hecho vivo susceptible de ser utilizado en
todos los tiempos y por todos. Es razón por la que se le atribu-
ye un valor universal que se utiliza y aplica en las distintas eda-
des del hombre, cada cual con una forma diferente de literatura
popular.
Una de estas formas es el
romance
, que todavía exis-
te en estas comarcas, pues cada pueblo suele tener su tradición,
si bien, el despoblamiento y los cambios de la vida campesina
están poniendo en peligro el traspaso oral del mismo como del
resto de esta literatura, cuando puede decirse que en la primera
mitad del siglo XX aún permanecía con toda su vigencia. No
obstante, la población urbana ha intervenido en su recuperación
desde que se han revalorizado las tradiciones y la cultural local.
Esta circunstancia es palpable en los sucesivos estudios y reco-
pilaciones que se realizan y se publican, que no vienen a ser
más que una continuidad de los primeros realizados por Juan
Menéndez Pidal en 1889 y de otros seguidores como su herma-
no Ramón, Manuel Manrique de Lara, Josefina Sela o Eduardo
Martínez Torner. Por tanto, para su conocimiento no hay mejor
solución que acudir a los lugares donde se recitan o a la biblio-
grafía.
Respecto a su clasificación, Diego Catalán estableció
distintos grupos, a saber: históricos, carolingios, caballerescos,
trovadorescos y líricos, de conquista amorosa, de amor fiel, de
ruptura y reafirmación familiar, devotos y jocosos y burlescos.
Para el caso que nos ocupa, solamente podemos aludir a algu-
no de ellos, una circunstancia aplicable para el resto de las par-
celas de la cultura oral de estos valles y a los ejemplos que las
conforman, con el fin de ilustrar un poco este gran patrimonio
heredado. Lo contrario sobrepasaría los fines que se pretenden.