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pasado. Una fidelidad que
también se mantiene en la
fabricación de los
quesos
,
salvando las distancias, pues
hoy se exijen unas especiales
condiciones
sanitarias.
Según la tradición, para
hacer los quesos se cuajaba
la leche durante 10 horas,
vertido el resultado en unos
aros de corteza de plágano y
luego de hojalata, sobre una
losa. Al cabo de dos días se
ponían a curar en las
quesei -
ras
, colocadas en las paredes por fuera de las casas. Con la
manteca se hacían las
reichas
en Laciana o
churruchas
en
Luna, que son rebanadas de pan a las que se podían añadir
moras machacadas, miel o, incluso, arándanos. Miel y leche de
cabra u oveja con las que se hizo un puré de castañas machaca-
das, o el primitivo
rabón
, compuesto de harina y leche. La miel,
por supuesto, es otro de los productos más naturales que se pro-
duce en estos campos, de los cuales Lumajo (Laciana), La Riera
(Babia), Riello (Omaña), La Magdalena (Luna), Villamanín (La
Tercia), Quintana del Castillo (La Cepeda) son lugares donde se
puede adquirir con facilidad.
Cuajada
que llaman
cuachada
, y quesos de cabra,
oveja y vacuno es la otra oferta de queserías distribuidas por los
pueblos de Palacios del Sil, La Pola de Gordón (Los Argüellos),
Villamanín (La Tercia), Coladilla (Vegacervera), Peñalba de
Cilleros (Babia), Villar de Santiago (Laciana), etc. Algunos de
estos conservan el queso en azúcar o aceite, como en Peñalba
de Cilleros, aunque tal método obliga a escurrirle durante un
buen tiempo, lo que impide una ingestión inmediata.
Las frutas tienen su parcela, pero éste no es territorio
especial para árboles frutales, salvo La Cepeda. No obstante,
las peras carujas son excepcionales para hacer compotas, y los
frutos silvestres, como los arándanos, son disculpa para mace-
rarlos en aguardiente con una buena dosis de azúcar.
El remate final a toda esta cocina es la promoción de
la misma, algo que se viene haciendo en distintas ferias y jor-
nadas gastronómicas dedicadas a la matanza del cerdo, a la