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155.

cocina tradicional

La cocina de estos valles posee rasgos comunes pro-

porcionada por un medio muy parecido, en el que el centeno, la

hortaliza cultivada en pequeños huertos, la pesca de río y la

ganadería han sido la base del sustento.

Desde estas directrices se ha ido conformando su per-

sonalidad, agrandada por el matiz que siempre surge y diferen-

cia el mismo plato de unas zonas a otras. Guisos, asados y coci-

dos son formas características de hacer en esta tierra una gas-

tronomía que se remata en los días festivos con una buena dul-

cería.

Si comenzamos por el pan, su elaboración fue un tra-

bajo diario que en cierta forma representaba simbólicamente el

acto principal de todo lo que suponía la preparación de los ali-

mentos. Una labor de mujeres que se iniciaba con el cernido de

la harina en la masera, una vez puestas encima las

barandiechas

y sobre estas dos

pineiras

, que eran unos cedazos de tela muy

fina, movidos uno en

cada mano para efec-

tuar el cernido. Un

movimiento

que

hacia más eficaz el

propósito si se efec-

tuaba suavemente.

Por tal motivo, el

refrán es, al respecto,

explícito:

“pan de

mi siñor, alredor;

pan de mi criáu, muy

traqueteáu”.

Una vez cernida, se añadía el

furmientu

, agua templa-

da y sal, en proporción de tres puñados por cada cuartal de hari-

na. Se amasaba debidamente, se hacía una cruz sobre la masa y

se envolvía en un paño durante tres horas. Al cabo de este tiem-

po, se observa si la cruz marcada estaba deshecha, indicativo de

que la masa se había

avenido

, es decir, había fermentado. Era el

momento, entonces, de encender el horno, que aquí se hace con

urz y piorno. Mientras, se redondeaban las hogazas depositán-

dose en el

estráu

. Arrojado el horno, las brasas se apartaban con

el

surradoiru

y el interior se barría con la

mundiecha

. A conti-

Foto: Hornos. Casa Álvarez Valcarce