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que ha permitido al indi-
viduo suplantar el puro
esfuerzo físico por otros
medios que actúan con
mayor eficacia y mayor
rendimiento en su utiliza-
ción. La historia de la tec-
nología así lo indica y, en
la modesta secuencia de
los aperos y objetos
empleados en los medios
de subsistencia del medio rural al que nos estamos refiriendo,
hay una historia tecnológica y cultural que subyace en su mate-
rialidad.
Los cambios producidos en este espacio, tanto por el
uso de medios mecánicos modernos como por el abandono de
actividades tradicionales, han relegado estos instrumentos de la
cultura material del trabajo, al fuego y al abandono, o, en el
mejor de los casos, al coleccionismo y a formar parte, con for-
tuna, de fondos museísticos. Esta es la realidad que vivimos,
extensible a esos otros objetos de la
cacía
(ajuar de cocina), de
los
muebles
realizados rudimentariamente (escaños, escañetas,
garipeirus
, maseras,
espiteras, culgadeiros, bugadeirus
,
camastros, alacenas, etc.) y rechazados por la comodidad de los
tiempos actuales, o de piezas que forman parte de las necesida-
des o del siempre menguado y sencillo adorno de la casa. Algo
que también afecta a objetos religiosos que han dejado de utili-
zarse y que muchos de ellos forman parte del patrimonio ecle-
siástico de orden menor, tales como las pendonetas de difuntos,
tenebrarios
, lienzos del
monumento
instalado en Semana Santa, reclinato-
rios, antiguos confesionarios, capillas
de ánimas, etc. El objeto tradicional,
por tanto, ha perdido su función para
convertirse en objeto decorativo,
obviándose que su importancia en
este momento, radica en el papel que
juegan como representantes de una
España agraria preindustrial y, en el caso de objetos religiosos,
de una España confesional.
En función del trabajo agrícola y ganadero se fabrican
o adecuan unos
aperos
determinados. Con ellos se pueden esta-
Foto: Carro. Omaña
Foto: Hilandera