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182.

muchos casos, en el olvido. Pero la realidad actual no es tan

descorazonadora como en un principio puede parecer. Por for-

tuna, todavía hoy, algunos de estos ritmos y melodías surgen

por ciertas inercias de la costumbre ritual, presentándose para-

dójicamente muy vivos. Toda esta riqueza puede ser observada

con sorpresa tanto por los foráneos como incluso por algunos

de los actuales hijos de estas tierras al asistir a una romería, a

una fiesta popular o a una celebración familiar.

Durante siglos, la melodía ha podido ser cantada o

generada por cualquier tipo de instrumento sonoro diseñado

para tal fin, como por ejemplo una gaita o un acordeón. Como

ocurriera en todo lugar, esto se ha producido bien por herencia

o bien por imitación de géneros musicalmente “más refinados”

y gestados fuera del ámbito rural. También se podría decir, que

ambos surgen como resultado de una lógica utilitarista y fun-

cional, vigente en la actualidad, donde siempre que es menester

se responde a la máxima: “si necesito un soporte rítmico para

una melodía lo improviso con lo que tengo a mano”.

Ese mismo sentido utilitario de la aplicación sonora ha

transcendido con el paso del tiempo y de modo cíclico, al dis-

currir vital y festivo de nuestra cultura popular. La circunstan-

cia se puede demostrar en lo lúdico y en lo ritual y, a su vez, en

las dimensiones profana y religiosa. Así, cada momento del año

o de la vida ha tenido y disfrutado de su ambiente sonoro con-

creto, provocado en cada época histórica, por diferentes tipos

de timbres, voces e instrumentos con los que se interpretan

repertorios específicos y diferentes para cada ocasión. Antaño,

por ejemplo, las mozas acompañaban durante la boda a su com-

pañera, reproduciendo o creando cantos concretos y de acuerdo

a cada circunstancia, al son de grandes panderos, que en Babia,

Laciana y Omaña han sido cuadrados.

Por su parte, los músicos populares eran los auténticos

protagonistas de muchos rituales familiares y colectivos de

carácter religioso (la música de la misa) y profano (el ambien-

te musical y el baile), marcados por las tradiciones de esta mon-

taña. Hoy quedan algunos, pero la mayoría con bastante edad y,

consecuentemente, poco animados a algarabías de juventud.

La tradición oral y los repertorios vocales

Atendiendo al planteamiento cíclico vital aludido, hay

que decir que en Cuatro Valles, como en cualquier otro territo-

rio, el hombre de niño comenzaba su aproximación al entorno