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muchos casos, en el olvido. Pero la realidad actual no es tan
descorazonadora como en un principio puede parecer. Por for-
tuna, todavía hoy, algunos de estos ritmos y melodías surgen
por ciertas inercias de la costumbre ritual, presentándose para-
dójicamente muy vivos. Toda esta riqueza puede ser observada
con sorpresa tanto por los foráneos como incluso por algunos
de los actuales hijos de estas tierras al asistir a una romería, a
una fiesta popular o a una celebración familiar.
Durante siglos, la melodía ha podido ser cantada o
generada por cualquier tipo de instrumento sonoro diseñado
para tal fin, como por ejemplo una gaita o un acordeón. Como
ocurriera en todo lugar, esto se ha producido bien por herencia
o bien por imitación de géneros musicalmente “más refinados”
y gestados fuera del ámbito rural. También se podría decir, que
ambos surgen como resultado de una lógica utilitarista y fun-
cional, vigente en la actualidad, donde siempre que es menester
se responde a la máxima: “si necesito un soporte rítmico para
una melodía lo improviso con lo que tengo a mano”.
Ese mismo sentido utilitario de la aplicación sonora ha
transcendido con el paso del tiempo y de modo cíclico, al dis-
currir vital y festivo de nuestra cultura popular. La circunstan-
cia se puede demostrar en lo lúdico y en lo ritual y, a su vez, en
las dimensiones profana y religiosa. Así, cada momento del año
o de la vida ha tenido y disfrutado de su ambiente sonoro con-
creto, provocado en cada época histórica, por diferentes tipos
de timbres, voces e instrumentos con los que se interpretan
repertorios específicos y diferentes para cada ocasión. Antaño,
por ejemplo, las mozas acompañaban durante la boda a su com-
pañera, reproduciendo o creando cantos concretos y de acuerdo
a cada circunstancia, al son de grandes panderos, que en Babia,
Laciana y Omaña han sido cuadrados.
Por su parte, los músicos populares eran los auténticos
protagonistas de muchos rituales familiares y colectivos de
carácter religioso (la música de la misa) y profano (el ambien-
te musical y el baile), marcados por las tradiciones de esta mon-
taña. Hoy quedan algunos, pero la mayoría con bastante edad y,
consecuentemente, poco animados a algarabías de juventud.
La tradición oral y los repertorios vocales
Atendiendo al planteamiento cíclico vital aludido, hay
que decir que en Cuatro Valles, como en cualquier otro territo-
rio, el hombre de niño comenzaba su aproximación al entorno