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organizan por sexos en
filas paralelas, nunca
mezcladas, que se des-
plazándose a izquierda
y derecha marcando un
dibujo concreto con la
trayectoria de sus pies,
guiada por el ritmo res-
pectivo indicado por
los instrumentos musi-
cales y el canto de cada
género. La apariencia
monótona de la coreo-
grafía será rota por las
mudanzas
propias de
cada tipo de baile, que
incluirán
vueltas
de
cada bailador o baila-
dora y cruces de sus respectivas filas, así como espacios donde
el raseo da paso a partes más
punteadas
y
brincadas
de los pies.
Mientras tanto y sin mantener contacto físico, las manos en alto
o bajo de los bailadores, según el tipo de baile y su momento,
permitirán usar castañuelas al estilo de cada país o zona: gran-
des castañolones en las comarcas del norte en manos de los
hombres; pequeñas para las mujeres en muchos sitios, y, a
veces,
pitos
para ambos, siempre según la costumbre del lugar.
No faltan momentos en que se baila sin instrumentos.
Para hacer justicia a la modalidad del
chano
, se debe
añadir que la
gala
o buen hacer en la alternancia de giro de los
brazos de los bailadores, constituye una de las características en
el plano popular, más apreciadas por babianos, omañeses y
lacianiegos, a la hora de valorar la calidad de los participantes.
En ocasiones, el baile se remata con una
zapateta
de los baila-
dores, saltando a golpear los tacones en el aire lateralmente a la
altura de la cintura, o con una
maquila
, en la que cogen por la
cintura a la moza elevándola a la vez que dan un giro de 360º
sobre sí mismos, mientras gritan el ancestral grito
i-ju-ju
.
Con idénticas o similares evoluciones coreográficas y
parafernalia, se han sumado los distintos tipos de jota provin-
ciales, recogidos en el resto del territorio comarcal de Cuatro
Valles. Estos van desde la versión cepedana hasta la de las
zonas de Alba y Fenar, Gordón, La Tercia, Los Argüellos o las
Foto: Jota montañesa