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Aunque el Liber Sancti Iacobi, redactado hacia 1140 a
modo de primera guía de viajes para peregrinos, no menciona
esta ruta del Bernesga, sí lo hacen el célebre relato de la trasla-
ción del Arca Santa, seguramente de finales del siglo XII, que
la pone en relación con el Camino de Santiago y la ciudad de
León; y el cronista inglés Osberno de Bladr, hacia 1147, quien
afirma que las reliquias de Oviedo son las más preciosas de
España. A principios del siglo XIII, hospitales como el de
Aubrac, en el Pirineo francés, estaban dedicados de forma
expresa a los peregrinos que iban a Santiago y a San Salvador
de Oviedo, y el rey Alfonso IX de León confirmaba la impor-
tancia de la ruta al equipararla en sus privilegios a la de
Compostela.
El siglo XIV va a traer cambios importantes en el
devenir de las peregrinaciones. Por una parte, su institucionali-
zación definitiva, cuando el célebre obispo ovetense Gutierre
de Toledo (1377-1389) dicte su Constitución para solemnizar la
fiesta de la Invención de las Reliquias. Por otra, el impulso
dado por los papas de la época a las peregrinaciones, otorgando
indulgencias y perdones, en consonancia con la mentalidad
bajomedieval, más cercana a la penitencia que a la antigua fe
espontánea y milagrera. Incluso se extendió la costumbre en los
penales de los Países Bajos de imponer como castigo a los con-
denados la peregrinación a lejanos lugares, entre los que tenían
especial relevancia Santiago de Compostela y San Salvador de
Oviedo. No es de extrañar, pues, que ya en los albores de la
decimosexta centuria corriese por toda Europa y en casi todas
sus lenguas la tan conocida copla:
Quien va a Santiago, / y no
al Salvador, / visita al criado / y deja al Señor.
Pero la Baja Edad Media trajo asimismo novedades no
tan positivas. La seguridad del Camino, a juzgar por lo que afir-
man las fuentes, no era ya tanta como en tiempos anteriores,
especialmente los de Alfonso VI, tan a menudo idealizados por
la cronística española. Las descripciones que poseemos son por
lo común coincidentes en resaltar las dificultades de la ruta, en
la que se une la fragosidad de sus comarcas a los peligros del
camino. Así, Juan II justificaba en 1415 la incorporación de la
comarca argollana a la jurisdicción real de León afirmando que
en la Tierra de Argüello... se ha fecho e cometido e se facen e
cometen fuerzas e robos e furtos e muertes de omnes... por ser
la dicha tierra apartada e por non ser regida ni governada en jus-