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49.

ticia... Todavía en 1551, Carlos I comunicaba a los corregidores

del Principado de Asturias que ...en los Concejos de los

Argüellos y Valdeburón... andan juntos en quadrillas muchos

alzados e omecidas y personas que an cometido muchos delitos

e muertes de hombres los quales andan salteando y robando por

los caminos a los caminantes y otras personas que por ellos

pasan y les toman lo que llevan, los acuchillan e matan...

Muchos peregrinos rehuían este itinerario por hallarse, dice

Lalaing en 1501, mal habitado, ser estéril y mucho más mon-

tuoso que el otro, y los cantares y romances que los peregrinos

de los siglos XVI y XVII difundían por toda Europa consolida-

ron su fama de dureza e inseguridad: Nunca tuvimos tanto frío

/ como cuando estuvimos en el monte de Asturias, /transidos

hasta el corazón, / sin ver el sol ni la luna, / el viento, la lluvia

nos importuna...

el camino por el valle de alba

Decíamos que el Camino Francés -que así se le llama

expresamente en documentos del siglo XIV referentes a La

Seca y Cabanillas- contó en esta parte con dos variantes, una

por cada margen del Bernesga, que ascendían ribera arriba,

desde León hasta Pajares. El de la margen derecha atravesaba

los términos de Azadinos, Lorenzana y La Seca. La ruta más

conocida y a la que se refieren la mayor parte de los autores dis-

curría por la margen izquierda del Bernesga, siguiendo el traza-

do que recoge el célebre mapa de Tomás López a finales del

siglo XVIII. Se iniciaba propiamente en el hospital de San

Marcos, donde nos dicen el alemán Künig von Vach y los

romances de los peregrinos franceses que el Camino de dividía

en dos: hacia el este, a Santiago; hacia el norte, a San Salvador.

Ascendía el nuestro ribera arriba por la llamada Cal de los

Peregrinos -actualmente avenida de este nombre-, hasta

Carbajal de la Legua y su anejo Valle, y seguía por términos de

los hoy despoblados Villalbura y Lamiella, atravesando luego

por Cabanillas y Cascantes de Alba. A partir de allí, casi a la

puerta de la Montaña leonesa, los peregrinos, como nos recuer-

da el abad Viñayo, se topaban con las primeras dificultades del

camino y comenzaban a verle las orejas al lobo:

Cuando estu -

vimos en La Robla, / mi compañero fue enterrado, / mi corazón

está en pena, / he buscado en su bolsillo, / no he encontrado

más que un papel: / es para escribir una carta, / para escribir

a sus padres.

Entre Cascantes y La Robla el camino bordeaba los

espesos robledales del monte de la Cárcava y, tras sortear el