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La evolución seguida por esta institución y sus depen-
dencias a lo largo de la Baja Edad Media y la Moderna fue osci-
lante. Las donaciones habían hecho aumentar considerable-
mente su patrimonio, contando además con el cobro del portaz-
go de La Bobia y el patronato sobre las parroquias de diversos
lugares comarcanos, yendo en concreto el cuarto del pan de los
diezmos de San Miguel de Montosa y Cubillas directamente al
hospital en el siglo XIV. Asimismo, el abad tenía jurisdicción
sobre las ocho aldeas del coto de Arbas, cuyos vecinos habían
sido beneficiados por la Corona con determinadas exenciones a
fin de que contribuyesen con su servicio a la Colegiata y su hos-
pital, como se deduce de la carta de amparo que otorgan los
Reyes Católicos a dicha institución en 1476. La carta se refiere
de igual forma a la obligación del hospital de acoger a los rome-
ros y peregrinos que por allí iban a Santiago de Galicia y San
Salvador de Oviedo, además de a otros viandantes y pobres.La
crudeza del clima y lo inhóspito del emplazamiento fueron ori-
gen del hospital y la abadía, y lo fueron también, ya en otros
tiempos y mentalidades, de su ruina. A partir del XVI, se
advierte cierto decaimiento, debido tanto al absentismo de los
abades como a la incautación de los derechos de jurisdicción
abaciales en el coto, decidida por Felipe II en 1582, a quien
luego se los compran los propios vecinos. La visita temporal
efectuada en 1787 por el doctor Díaz de Miranda advierte que
los canónigos se hallan viviendo prácticamente en chozas,
construyéndose nuevas viviendas, y en el informe elevado al
Rey por éstos en la misma época, se lamentan vivamente de su
olvido en medio de aquel monte cubierto de nieve durante ocho
meses al año. El propio Jovellanos advierte de la dificultad de
acceso a Santa María de Arbas, separada del camino, especial-
mente en los duros inviernos, quejándose de la inutilidad del
hospital y las limosnas, que sólo sirven, afirma, para mantener
a holgazanes, y propone trasladar pueblo y colegiata a lugar
menos inhóspito, o, incluso, suprimir esta última. Llegan mejo-
ras a principios del XIX, con el nuevo trazado de la calzada
entre Oviedo y León, que ahora pasa por delante de la alber-
guería. Pero era ya tarde. Cuando la Universidad de Oviedo
envía al Rey su muy razonado y no menos tendencioso informe
acerca de Arbas, describe el paraje en términos desoladores,
comparándolo nada menos que con el Polo Norte, y calificando
a sus habitantes de "gnomos fantásticos". Finalmente, la
Universidad quedará con las prebendas y subsidios de Arbas,
definitivamente abandonada por los canónigos. En cuanto al
hospital, sabemos que en él se daba comida y cama a los pere-