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El dinero que entraba en las arcas de los concejos era
administrado por los oficiales del concejo, estrechamente con-
trolados por las asambleas de vecinos, los cuales, después de
hacer frente a los gastos comunitarios que consideraran oportu-
nos, repartían el remanente, si quedaba, entre los vecinos; en
esta tesitura son muy pocos los que se encuentran, ya que la
mayoría se vieron obligados a practicar un sistema mixto para
hacer frente a la presión fiscal: costearla de las rentas que gene-
raban los bienes de propios, o puertos, y acudir a las derramas
o repartos entre los vecinos. Como norma general, del erario
concejil se satisfacen los gastos que atañen al total de los miem-
bros de la comunidad -sería el caso de las fiestas religiosas,
contribuciones religiosas, salarios de oficiales del concejo, etc.-
Muestra de lo que acabamos de decir es que en ningún caso se
detraen de esos ingresos el monto que suponen los servicios
ordinarios y extraordinarios, a los que deben hacer frente los
vecinos del estado general.
En el cuadro número dos presentamos una muestra de
los ingresos y gastos que declaran algunos concejos, así como
el desglose, en porcentaje, de las salidas de ese dinero. En prin-
cipio, vemos como eran tres los capítulos que absorbían más
efectivos: el referente a las reparaciones, ya sea de caminos,
puentes, ermitas, etc., lo cual es lógico si tenemos en cuenta que
cada invierno la precaria infraestructura viaria se veía muy
afectada por los efectos de la climatología; el de salarios, ya sea
a maestros, cirujanos, etc.; y el que aglutina a festividades reli-
giosas, misas y rogativas.