Entre la historia y la leyenda
Bajo el Cueto Rosales, en La Puebla del Castillo y sobre un altozano protegido
por el río, se yerguen, a duras penas, las ruinas del Castillo de Benal, el baluarte
de los Quiñones en Omaña. El castillo está asentado sobre un antiguo castro, que
algunos autores reconocen como
Urbicoa
, una antigua ciudad prerromana todavía
no identificada, desde donde se divisa todo el valle. Enrique II cedió el castillo a
Juan González de Bazán, pasando en 1375 a Diego Fernández de Quiñones quien,
a costa del trabajo de los concejos, lo convirtió en una fortaleza inexpugnable que
el abandono también ha conseguido abatir. Contaba con un recinto amurallado
de planta triangular, con un doble muro exterior, coronado por tres torres, una
trapezoidal de tres plantas y otras dos circulares.
Al castillo de Benal y a la cercana torre de Ordás, estará ligada para siempre
la leyenda de uno de los más valerosos caballeros de la comarca, Don Ares de
Omaña.
“Heredero de la casa de Omaña y sobrino de Don Pedro Suárez de
Quiñones, señor de Luna y Adelantado del Rey, Don Ares estaba
enfrentado a su tío por una disputa familiar quien padecía hacia él un odio
desmedido.
Al cabo de un tiempo, y bajo el pretexto de una reconciliación familiar,
Don Pedro solicita a su sobrino que se reúna con él en la torre de Ordás.
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El Castillo