No siempre los pueblos de Omaña contaron con una forma
de cruzar el río. Muchas de las pasarelas o puentes eran arrastrados
por riadas o crecidas.
Los omañeses idearon las zancas, ingenios que les permitían
pasar el río en cualquier circunstancia.
Los palos se cortaban
rectos y con una horquilla en
medio, si podía ser de negrillo,
pues eran los más duros; si no,
había que conformarse con ali-
sos o fresnos. El asiento para
el pie se trenzaba con varas de
salguera (sauce) que, cortadas
en invierno, son muy dúctiles y
no se parten al doblar.