Los robledales son uno de los bosques más
abundantes en Omaña.
La especie más común es el rebollo (
Quercus
pyrenaica
), fácil de identificar por sus hojas
muy lobuladas y con el envés ligeramente
aterciopelado. Su madera era muy apre-
ciada para hacer vigas y muebles, por ser
muy resistente, duradera y fácil de trabajar.
Los árboles se cortaban “en menguante”,
cuando la savia “está baja”, de modo que la
madera se seca pronto, no se pudre y así se
conserva mejor.
Sus bellotas son un alimento muy nutritivo, que fue
una de las bases alimenticias de los primeros pobladores de estas tierras; de ellas se obte-
nía harina para la fabricación de pan, con rudimentarios molinos de mano. En los cas-
tros del entorno, se han encontrado restos de bellotas y molinos de mano, que nos hacen
imaginar la dureza de la supervivencia en aquellos poblados primitivos. Por Estrabón
sabemos que “en las tres cuartas partes del año, los montañeses no se nutren sino de
bellotas que, secas y trituradas, se muelen para hacer pan”.
En estos bosques viven especies animales de gran interés: jabalí, corzo, pequeños
mamíferos, algunas aves como el ratonero y el arrendajo e infinidad de insectos.