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R

especto al tema de la edulco -

ración, hubo otras formas y otros ali -

mentos susceptibles de endulzar. Una

de estas modalidades estaba relacio -

nada con la matanza del cerdo, pues,

en esa fecha, se hacía en estas tie -

rras, la llamada

derrita

, yantar con -

vertido en reunión de familiares que

adquiría tintes festivos. Se trata de

una pitanza que hoy resultaría para

los nuevos hábitos alimenticios y

adaptación de nuestro estómago, un

tanto indigesta. Consistía en quitar

la

tiez

(grasa) de la manta del cerdo,

para trocearla y ponerla en una cal -

dereta a freír para obtener la mante -

ca. Esta manteca se va extrayendo,

de modo que, cuando ya quedan solo

los torreznos, se echa en ella una o

varias cebollas y manzanas, partidas

en cuatro trozos, para que se frían.

Una vez que estén fritas, se las espol -

vorea azúcar, debiéndose comer

calientes. Era el postre de la comida

festiva y familiar, ya aludida, que se

preparaba unos cuantos días después

de la

matanza

, una vez engullido el

cocido, algún plato de menudillos o

arroz con patatas o costillas.

Aún con todo, obtenida práctica -

mente toda la manteca, quedaba de

la

tiez

los llamados

chicharrones

o

coscarones

-como se dice en la

comarca de Cepeda-. A ellos se les

añadía en la propia caldereta, miga

de pan que se dejaba tostar, momento

en el que puede decirse estaba lista

la mezcla para ser comida con azú -

car. El uso de pan ha hecho que en

zonas como Carrocera, se conozca

esta nueva posibilidad, como

migas

,

que también podían previamente

empaparse de un machado de ajo

con agua.

Otra de las varientes derivada de

la matanza, son las

fiyuelas

, caracte -

rísticas del noroeste provincial, que

igualmente se hacen en La Cepeda.

Consistían en una fritura de sangre

con azúcar.