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dera de él con aparente facilidad. Poco después será devuelto a
su legítimo monarca, Alfonso IX de León (1188-1230), quien
cede la fortaleza y su territorio a la ciudad de León, momento a
partir del cual su memoria comienza a desaparecer de los docu-
mentos. Lento final confirmado por los escasos restos arqueo-
lógicos recuperados de este siglo y los nulos aportes de las cen-
turias siguientes.
CASTILLO DE G
ORDÓN
Asentado en el término denominado “El Castillo”,
cercano al pueblo de Barrios de Gordón, nace de la mano de
Alfonso III el Magno en la segunda mitad del siglo IX. Centro
de la mandación de su mismo nombre, esencial en el organi-
grama defensivo del Reino de León, se ubica en un amplio
cerro rocoso presentando una planta irregular de forma más o
menos rectangular que alberga en su interior lo que parecen ser
restos de construcciones, aunque la falta de excavaciones
arqueológicas nos impide constatar lo que una simple visita
permite intuir.
Al igual que Alba y Luna pasó a manos del infante
García durante su rebelión contra Alfonso III, manteniéndose
muy vinculado a la estirpe real y preservando su carácter de
sólido apoyo de la misma. Allí, en el 940, fue encarcelado el
conde de Saldaña Diego Muñoz por orden de Ramiro II el
Grande (931-951). Un interesante episodio que merece ser
recordado más en detalle. En
el 939 tiene lugar la mayor
victoria hasta el momento de
las armas leonesas contra el
poder de Córdoba en el lugar
de Simancas, durante la cam-
paña conocida como “del
Supremo Poder”. Para ella el
califa Abd al-Rahman III con-
vocó a todos los musulmanes
a la guerra santa, acaudillan-
do, en persona, un ejército de
impresionantes proporciones
cuyo objetivo era la destruc-
ción total del reino cristiano.
Fruto del azar, la suerte, la valentía de los leoneses o el descon-
cierto de los andalusíes sorprendidos por una hábil maniobra de
sus enemigos que provocó la huida de parte de las tropas, el
Foto: Restos del Castillo
de Gordón