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encuentro se saldó con la más rotunda victoria leonesa y la más
afrentosa derrota del ismaelita. Poco después, el príncipe
omeya envía un embajador al norte para ratificar un tratado de
paz con su adversario, que le permita a un tiempo recomponer
sus alianzas, estudiar mejor a su adversario y castigar a quienes
traicionaron al Islam en el campo de batalla. Ramiro II confir-
ma el pacto y los principales nobles leoneses se adhieren al
mismo.Todos excepto dos: los condes Diego Muñoz de Saldaña
y Fernando González de Castilla. Enfurecido con esta osadía, el
monarca ordena su inmediata encarcelación: el de Saldaña sufre
los hierros de la prisión en nuestra fortaleza, como hemos refe-
rido. El castellano en las torres de la ciudad de León. Una prue-
ba del poder real que nos habla de la todavía sólida y prestigio-
sa figura del soberano, capaz de aherrojar a dos rebeldes de la
entidad política de estos magnates. Vueltos a la obediencia real,
ambos fueron liberados poco después.No escapó Gordón a las
huestes de Almanzor, sufriendo su asedio aunque, al igual que
Alba y Luna, supo evitar su conquista.
En el siglo XII, durante el reinado de Doña Urraca
(1109-1126), el castillo pasó a manos del conde Suero
Vermúdez, señor ya de Babia y Luna, apoyo fiel y permanente
de la soberana en un momento histórico particularmente difícil
y caracterizado por los conflictos con el rey de Aragón y la pro-
pia nobleza leonesa, siempre remisa a acatar la autoridad del
soberano. A raíz de la división de León y Castilla (1157), y de
los problemas entre los monarcas de ambos territorios, esta for-
taleza fue asediada por Alfonso VIII de Castilla durante una de
sus incursiones en 1196, siendo recuperada por Alfonso IX de
León en 1212, quien no dudó en inutilizarla a fin de impedir
que volviera a caer en manos del enemigo.
CASTILLO DE BARRIOS DE LUNA
Por desgracia apenas si conservamos algunos escasos
muros de lo que antaño fue soberbia fortaleza. El paso del tiem-
po y la construcción de la presa del pantano al que da nombre
terminaron con sus días. Sito en el pago denominado “Peña
Almanzor”, sabemos que fue erigido durante el reinado de
Alfonso III el Magno aunque, en esta ocasión, tenemos la cer-
teza de un asentamiento previo en el mismo lugar. Restos cerá-
micos y metálicos de época prerromana y romana hablan de un
pasado anterior, su vinculación con la estirpe Quiñones de su
pervivencia hasta que el abandono humano en la Edad
Contemporánea puso fin a su historia legendaria.