

sirven de sustento al
complejo ecosistema
forestal y posibilitan,
en última instancia, la
presencia de otras
muchas especies,
algunas de ellas
tan interesantes
como la marta,
el lirón gris, el
corzo, el lobo,
el jabalí, el tejón
o el gato montés,
y otras tan ame-
nazadas como el
mítico oso pardo y el
urogallo cantábrico.
Al inicio de la prima-
vera, cuando el tiempo empieza a
mejorar, el oso
a b a n d o n a
su sueño
invernal.
H a m -
briento,
b u s c a
con avidez
los pastos frescos que crecen rápido en cuanto la
nieve se va retirando y merodea entre los cadáveres
de los animales que no lograron superar los rigores del
invierno en la montaña. Llegado junio, el celo empuja a
los machos a grandes desplazamientos en busca de hem-
bras receptivas y, aunque no es frecuente en nuestras la-
titudes, en el Alto Sil se tiene constancia de algún ataque
de machos agresivos a los oseznos que aún andan con su
madre, como el ocurrido en 1996 ante los indiscretos tele-
scopios de los guardas encargados del seguimiento de sus
poblaciones.
El otoño es momento crucial en la vida del oso; si no
engorda lo suficiente, pasará con dificultad el invierno.
Pero la montanera de bellota y hayuco, las sabrosas casta-
15.
Genciana Cortino
Corzo
Urogallina