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de paso” de la mocedad, festejo de los “misacantanos” y

comensalismo funerario.

Un segundo grupo lo constituyen las celebraciones

religiosas de santos locales y las fiestas patronales y

litúrgicas, pues era preceptiva una comida familiar con

asistencia de algunos invitados. En las romerías solían

hacerse comidas comunales, que en la montaña de Luna

y Babia se componía de chanfaina, caldereta o frite, aunque

lo habitual era que las familias formasen grupos en la campa

de la ermita. Tales ágapes se remataban con dulces, que según las

comarcas podían ser mazapanes, bizcochos, “brazos de gitano”,

“guerrifas”,

tartas

babianas,

perro-

nillas, retorcidos,

pastas de almen-

dra, “borrachines”,

frisuelos, arroz con

leche, “tortas fucha-

das”, “tortas de libros”,

“tortas de Benllera”, café y li-

cores, en los que no faltaba una caritativa asis-

tencia a los pobres, consistente en un plato de

la misma comida que se había preparado.

Un carácter de participación más generalizada tenían las convocatorias en las que se

incluían a todos los vecinos, sean las ofrecidas por la asistencia a

facenderas

, monterías

concejiles, en las “corderadas” o “machorras” con las que los pastores trashumantes invi-

taban a comer chanfaina y una caldereta de cordero a la comunidad, en correspondencia,

según la costumbre, por haber reconstruido el chozo pastoril antes de la llegada de las

ovejas merinas a los pastos de estas montañas, y en los festejos del Carnaval, durante el

que es costumbre comer “frisuelos”, “orejas” o “flores”. Más particulares eran las merien-

das o cenas que organizaba el mocerío cuando pedían aguinaldos o cuando se “entraba

de mozo”. Pero este antiguo comensalismo cada vez se reduce más a los meses de ve-

rano, coincidiendo con el regreso de los hijos ausentes del pueblo, para pasar las vaca-

ciones y disfrutar de las fiestas

patronales, de modo que esta

convocatoria únicamente tie-

ne un valor de confraterniza-

ción y agasajo. El resultado de

este comer en común refleja

una vez más la idiosincrasia

del pueblo, la versatilidad en

el cumplimiento del hecho

festivo y, cómo no, la riqueza

culinaria de los fogones tradi-

cionales.

Tarta babiana

Frite

Guerrifa

Mazapán