

54
OMANA
L
os suaves relieves de
montes alomados que
caracterizan su paisaje reflejan
el intenso desgaste que han
sufrido los montes de Omaña
desde su origen. No en vano,
la mayor parte de esta comarca
se asienta sobre las rocas más
antiguas de León, formadas an-
tes del Paleozoico, durante un
largo capítulo de la historia de
la Tierra que los geólogos co-
nocen como Precámbrico. La
enorme distancia temporal que
nos separa de la formación de
estas rocas y la gran cantidad de
procesos geológicos que las han afectado, entre-
mezclándose unos con otros, hace que aún existan
muchas lagunas en su conocimiento. Sin embargo,
es posible reconocer cómo han sido plegadas una
y otra vez, y cómo han sido afectadas por suce-
sivos procesos erosivos, que justifican el notable
desgaste que acusan.
El extremo occidental de Omaña aparece de-
limitado por uno de los muchos cordales que in-
tegran la sierra de Gistredo. Está constituido por
rocas algo más modernas, en concreto de los
periodos Cámbrico y Ordovícico, pertenecientes
ya al Paleozoico. Estas rocas definen esbeltos
crestones culminados por cumbres como las del
Nevadín, el Tambarón o Peña Cefera, todas ellas
situadas por encima de los 2.000 metros de alti-
tud. Como ocurre en muchos otros lugares de la
sierra de Gistredo, la acción de los glaciares dejó
una profunda huella en este sector de la comarca:
así, se suceden varios circos glaciares, espléndida-
mente conservados, en los que aún existen algu-
nas lagunas; también atesora buenos ejemplos de
morrenas y de valles glaciares, como el Campo de
Martín Moro, cuyo peculiar topónimo rememora
una leyenda vinculada a la Reconquista.
Valle glaciar en Montrondo.
El puerto de La Magdalena, con su ermita ahora en desuso.
Las lomas se suceden en el paisaje de Omaña.
La comarca de Omaña está recorrida de no-
roeste a sureste por el Omaña, un río manso de
aguas cristalinas, en el que aún encuentran cobijo
algunos animales muy sensibles a los cambios en
su ecosistema, como la nutria, el martín pescador
o la trucha común. Antiguamente, la cabecera del
río se situaba en el puerto de La Magdalena, lími-
te natural con los dominios del Sil, pero este se
la arrebató y la convirtió en uno de sus afluentes,
el arroyo de Los Bayos o de Vivero, privando al
Omaña de su tramo superior.
Aun así, las fuentes situadas al pie del Tamba-
rón y otros arroyos tributarios aseguran el suminis-
tro de agua que el Omaña precisa para emprender
su viaje hacia el sur. En su discurrir por el muni-
cipio de Riello serpentea entre montes de roble
y alisedas, describiendo numerosos meandros;
muestra aquí su cara más amable y hace acopio de
caudal antes de alcanzar el extremo más bajo de
la comarca, donde se funde con el río Luna para
conformar con él el Órbigo, uno de los principa-
les ríos leoneses.
Muchas de las montañas que acompañan al
Omaña son ricas en oro. Acceder a este metal es
labor harto complicada, sobre todo si se tiene en