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OMANA

L

os suaves relieves de

montes alomados que

caracterizan su paisaje reflejan

el intenso desgaste que han

sufrido los montes de Omaña

desde su origen. No en vano,

la mayor parte de esta comarca

se asienta sobre las rocas más

antiguas de León, formadas an-

tes del Paleozoico, durante un

largo capítulo de la historia de

la Tierra que los geólogos co-

nocen como Precámbrico. La

enorme distancia temporal que

nos separa de la formación de

estas rocas y la gran cantidad de

procesos geológicos que las han afectado, entre-

mezclándose unos con otros, hace que aún existan

muchas lagunas en su conocimiento. Sin embargo,

es posible reconocer cómo han sido plegadas una

y otra vez, y cómo han sido afectadas por suce-

sivos procesos erosivos, que justifican el notable

desgaste que acusan.

El extremo occidental de Omaña aparece de-

limitado por uno de los muchos cordales que in-

tegran la sierra de Gistredo. Está constituido por

rocas algo más modernas, en concreto de los

periodos Cámbrico y Ordovícico, pertenecientes

ya al Paleozoico. Estas rocas definen esbeltos

crestones culminados por cumbres como las del

Nevadín, el Tambarón o Peña Cefera, todas ellas

situadas por encima de los 2.000 metros de alti-

tud. Como ocurre en muchos otros lugares de la

sierra de Gistredo, la acción de los glaciares dejó

una profunda huella en este sector de la comarca:

así, se suceden varios circos glaciares, espléndida-

mente conservados, en los que aún existen algu-

nas lagunas; también atesora buenos ejemplos de

morrenas y de valles glaciares, como el Campo de

Martín Moro, cuyo peculiar topónimo rememora

una leyenda vinculada a la Reconquista.

Valle glaciar en Montrondo.

El puerto de La Magdalena, con su ermita ahora en desuso.

Las lomas se suceden en el paisaje de Omaña.

La comarca de Omaña está recorrida de no-

roeste a sureste por el Omaña, un río manso de

aguas cristalinas, en el que aún encuentran cobijo

algunos animales muy sensibles a los cambios en

su ecosistema, como la nutria, el martín pescador

o la trucha común. Antiguamente, la cabecera del

río se situaba en el puerto de La Magdalena, lími-

te natural con los dominios del Sil, pero este se

la arrebató y la convirtió en uno de sus afluentes,

el arroyo de Los Bayos o de Vivero, privando al

Omaña de su tramo superior.

Aun así, las fuentes situadas al pie del Tamba-

rón y otros arroyos tributarios aseguran el suminis-

tro de agua que el Omaña precisa para emprender

su viaje hacia el sur. En su discurrir por el muni-

cipio de Riello serpentea entre montes de roble

y alisedas, describiendo numerosos meandros;

muestra aquí su cara más amable y hace acopio de

caudal antes de alcanzar el extremo más bajo de

la comarca, donde se funde con el río Luna para

conformar con él el Órbigo, uno de los principa-

les ríos leoneses.

Muchas de las montañas que acompañan al

Omaña son ricas en oro. Acceder a este metal es

labor harto complicada, sobre todo si se tiene en