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El abasto de las localidades estaba en manos de la taberna, lugar
que proporcionaba aceite, carne y otras vituallas, bajo previa subasta
Concejo. Otras veces, tal abastecimiento estaba en manos de comer -
ciantes de la localidad que, al igual que para la taberna, se adjudicaba
al mejor postor y por período de un año, o eran facilitados por vende -
dores ambulantes que, además de los productos básicos, podían vender
pescado.
Este asunto fue motivo de preocupación en todos los Concejos, algu -
nos con ordenanzas específicas, como las de la localidad omañesa de
Riello, del año 1865, que, en su artículo 32, dicen que
“las carnes fres-
cas que se espendan en los abastos serán de buena clase y calidad, y
habrá el conveniente aseo tanto en la venta como en el degüello de las
reses”
. En el artículo 34 se prohibe el
“aprovechamiento, venta y distri-
bución de las carnes de reses muertas de enfermedad siendo sus dueños
responsables del daño que causaren y penas de esta ordenanza, si no
proceden al enterramiento”.
La condimenta estuvo presente, como hoy, en todas las fiestas y
acontecimientos familiares festivos, en los que se servían los mejores
platos. En esas fechas significativas, la cuestión culinaria siempre se
fundamentaba en manjares no habituales, tal como la carne no de
cerdo y los dulces. No siempre se pudo hacer la excepción en la medi -
da de lo que se deseaba, de manera que la Nochebuena se celebraba
con sopas de ajo y chocolate, y los días de Navidad y Reyes, era nor -
mal comer
yosco
con patatas, compota de peras con vino,
torta
fuchada
, nueces, castañas y pastas caseras, algunas de las cuales se
colgaban en el ramo que se ofrecía y depositaba en la iglesia durante
la misa del gallo de Nochebuena.
La festividad de Reyes era de regalo para los más jóvenes, que reci -
bían avellanas, nueces, castañas y caramelos, mientras que la mocedad
pedía por las casas, torreznos, huevos, chorizo..., lo que fuera posible,
para celebrar una cena esa noche.
Cualquier disculpa era motivo para vincular de una manera u otra la
celebración con la comida. En la festividad de san Antón, el 17 de
enero, no sólo se bendecían los animales, especialmente el cerdo, sino