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que también se ofrendaban en la iglesia ciertas
partes del mismo, así como un
ramo
del que se colgaban rosquillas. En este
acto se subastaban ciertas partes carac -
terísticas, como las patas y las orejas,
entre el regocijo de los asistentes, para
obtener unos fondos que la cofradía
dedicaba al culto del santo. Las carnesto -
lendas, propias para el regocijo perma -
nente, tenían sus momentos de manduca -
ción: el
domingo gordo
, anterior
a la Cuaresma, los
mozos celebraban
una
torreznada
, y el
martes de carnaval
,
una comida con lo
recaudado por las
casas a cambio de
canciones y recitado
de romances. En el
carnaval babiano, los mozos
recorrían con una escoba las cocinas, con la disculpa de ir a ver cómo
estaban los hornos, de manera que semejante y falaz servicio justifica -
ba un cobro, consistente en torreznos, huevos, chacina, etc. Quien no
aceptase, corría el peligro de que le robasen los potes o recibir alguna
trastada. Estas comidas de mocedad tuvieron otras disculpas para
celebrarse: el pago del
piso
que debía hacer el novio forastero a los
mozos del pueblo del que era la moza con la que quería casar, era ine -
vitable, de modo que en la medida de las posibilidades, así se cumplía
con un buen suministro de vino, para empezar. Idéntico estipendio se
exigía en las despedidas de soltero, en las que el futuro marido debía
pagar al resto de solteros, el llamado
paten
. Obviamente, se hacía con
vino y comida, al igual que cuando se mataba un lobo, disculpa para
pedir una compensación por los pueblos por donde se exhibía, para
hacer luego una
furriosa
o merendola.
Los trabajos comunitarios ordenados por el Concejo, como eran las
facenderas
, se recompensaban con vino y, si era menester, con escabe -