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36.

que también se ofrendaban en la iglesia ciertas

partes del mismo, así como un

ramo

del que se colgaban rosquillas. En este

acto se subastaban ciertas partes carac -

terísticas, como las patas y las orejas,

entre el regocijo de los asistentes, para

obtener unos fondos que la cofradía

dedicaba al culto del santo. Las carnesto -

lendas, propias para el regocijo perma -

nente, tenían sus momentos de manduca -

ción: el

domingo gordo

, anterior

a la Cuaresma, los

mozos celebraban

una

torreznada

, y el

martes de carnaval

,

una comida con lo

recaudado por las

casas a cambio de

canciones y recitado

de romances. En el

carnaval babiano, los mozos

recorrían con una escoba las cocinas, con la disculpa de ir a ver cómo

estaban los hornos, de manera que semejante y falaz servicio justifica -

ba un cobro, consistente en torreznos, huevos, chacina, etc. Quien no

aceptase, corría el peligro de que le robasen los potes o recibir alguna

trastada. Estas comidas de mocedad tuvieron otras disculpas para

celebrarse: el pago del

piso

que debía hacer el novio forastero a los

mozos del pueblo del que era la moza con la que quería casar, era ine -

vitable, de modo que en la medida de las posibilidades, así se cumplía

con un buen suministro de vino, para empezar. Idéntico estipendio se

exigía en las despedidas de soltero, en las que el futuro marido debía

pagar al resto de solteros, el llamado

paten

. Obviamente, se hacía con

vino y comida, al igual que cuando se mataba un lobo, disculpa para

pedir una compensación por los pueblos por donde se exhibía, para

hacer luego una

furriosa

o merendola.

Los trabajos comunitarios ordenados por el Concejo, como eran las

facenderas

, se recompensaban con vino y, si era menester, con escabe -