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la cocina y las TRADICIONES
l
os hábitos comestibles han estado marcados por la tradi -
ción, y ésta, por el ritmo laboral, el modo de vida y los hechos conver -
tidos en costumbre. Las faenas diarias comenzaban con los primeros
rayos del sol, momento que se tomaba la
parva
, constituida por un
trozo de pan y una pequeña copa de orujo. El desayuno era más con -
sistente, formado por leche con migas de pan o sopas de ajo e, incluso,
unas patatas con arroz, en época de recolección. En torno a las diez de
la mañana, se volvía a detener el trabajo, para tomar las
diez
, en la
que se ingería un bocadín de carnes curadas de cerdo o algún de trozo
de la
ración
de carne del cocido. Eran pausas que se realizaban duran -
te el verano, que es la época de la siega, pues en invierno, en estos
pueblos la vida se recoge ante los fríos y la persistencia de las nieves,
reduciéndose el número de ingestiones.
La comida se hacía en torno a la una del mediodía, presididas por
el padre de familia que era el que bebía vino, y repartía el pan para
acompañar un cocido con
relleno
o un potaje de berzas. En torno a
media tarde, se tomaban las
cinco
, merienda que podía estar compues -
ta del
compango
-ración de carne del cocido-, o escabeche, sardinas,
tocino, chorizo, jamón, cebolla y
fisuelos
, cuando se estaba en la siega.
Los adolescentes se conformaban con rebanadas de pan con mantequi -
lla, tostas de pan con membrillo o de
miajotes
en el mes de septiembre,
que eran moras machacadas con miga de pan. En las cenas se satisfa -
cía el cuerpo con sopas de ajo hechas con unto, sopas de truchas, hue -
vos fritos, torreznos, patatas con bacalao, patatas con sebo, migas con
panceta, habas blancas con patatas,
rabón, cuechu, faricos
o
farinas
,